Fotos e informes del ministerio de predicación del P. James 
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Publicado en kath.net 2 de octubre de 2007.  www.kath.net/detail.php?id=17882

Una Fiesta de la Cerveza en el Espíritu Santo

Por Michail Rassool 
Munich

Foto: (c) Klemens Hrovath 

El padre James Manjackal M.S.F.S. está dando unos ejercicios espirituales en Munich del 1 al 4 de octubre.. Franziskus v. Ritter-Groenesteyn informa del primer día.

Munich (www.kath.net) El sacerdote Padre James Manjackal M.S.F.S. de la India da ejercicios espirituales en Munich del 1 al 4 de octubre. Franziskus v. Ritter-Groenesteyn participa en ellos y redacta para KATH.NET diariamente un resumen de cada uno de los días de los ejercicios.

Primer día - Una fiesta de la cerveza en el Espíritu Santo

Es la primera vez que una parroquia del centro de Munich abre sus puertas a un sacerdote de la India, católico y carismático para dar ejercicios espirituales. En el pintoresco barrio de Glockenbach a orillas del Isar se levantan las impresionantes torres de San Maximiliano, a las que los muniqueses también llaman cariñosamente “Notre Dame a orillas del Isar”, por su similitud con el original francés a orillas del Sena.

A las ocho de la mañana, alrededor de 400 personas están haciendo dos colas delante de la iglesia neorrománica esperando que se les deje entrar. Muchos han venido de fuera, hay un ambiente internacional. El padre James es un viajero incansable en el Espíritu Santo. Hace tres semanas estuvo de ejercicios en el norte de Alemania, la semana pasada en Linz; invita a todos los que están buscando a una experiencia en el Espíritu Santo- durante cuatro días.

Antes de los ejercicios pide una palabra como lo hace siempre. Esta vez es un mensaje para Munich. Es una palabra del profeta Isaías. Allí se habla de vino y comidas: “Hará Yahveh Sebaot a todos los pueblos en este monte un convite de manjares frescos, convite de buenos vinos: manjares de tuétanos, vinos depurados”. (Is. 25, 6) La verdad es que sí, la iglesia está situada como en un pequeño monte sobre las vegas del Isar; por debajo de ella, a la derecha y a la izquierda, fluye el tráfico interminablemente. 

El “batid palmas y lanzad gritos de júbilo” todavía sale con poca fuerza. El padre James no se corta para hacer una comparación. Dice que un hombre le había explicado una vez que los alemanes son tímidos, que no es habitual levantar las manos y cantar a pleno pulmón. Es mejor no hacerlo. El padre James replicó en aquel entonces que él tenía otra impresión. El había visto en la fiesta de la cerveza, muy cerca de San Maximiliano, a muchos alemanes cantar a voz en grito e incluso bailar encima de las mesas.

Sí, esto era porque estaban borrachos de tanta cerveza, decía el hombre. El padre James contestó: “Cuando estéis borrachos del Espíritu Santo, cantaréis y bailaréis.” Ya el rey David había acompañado el arca de Dios cantando y bailando. Es esta “borrachera” que él desea de corazón a cada participante. La amplia iglesia llena de luz del sol se llena de himnos al Espíritu Santo, una oración ferviente por Munich resuena: “O Señor, derrama torrentes de agua viva…”

El padre James comprende la timidez y vacilación alemanas. Cuenta de cuando él empezó como sacerdote en Kerala hace más de 30 años. El aspiraba al sacerdocio, es más, a una cátedra de teología, porque así se podía llevar “una vida de bienestar y de comodidad”. Esta fue su motivación. Entonces no valoraba nada los cantos en lenguas y dones carismáticos. 

Se hizo catedrático, pero no pudo disfrutar mucho tiempo de su estatus de comodidad. Una enfermedad enigmática le tuvo postrado durante meses, le ató a la cama, le costó el sueño y mucha fuerza vital y le trajo noches de dolor.

Un día se dirigió a él un joven hindú recientemente convertido, llevado por el Espíritu Santo, según dijo, para orar por su curación. Al padre James no le agrada la idea, y está muy escéptico. El joven no desiste y empieza a orar por la sanación del padre James, pero no sólo por eso, sino también porque tenga capacidad para predicar.

El padre James se queda perplejo. Nadie sabe de sus miedos en el ambón, no le sale ni una palabra allí, ¿y ahora de repente se supone que es capaz de predicar? ¿De qué lo sabe este joven? El Espíritu Santo se lo había revelado, admite aquél con franqueza. El padre James está curado, también de sus muchos pecados, lo admite abiertamente. Y desde entonces viaja por todo el mundo y predica el amor de Dios por todos los hombres.

Después recurre a una pregunta que el Papa formuló con motivo de un gran encuentro de sacerdotes en Roma. ¿Cuál es la voluntad de Dios para nosotros los hombres? Había muchas respuestas, pero no aquella que el Papa quería oír entonces - esto también es válido para nosotros: “¡Dios quiere nuestra santificación!”

El padre James nos invita a repetirlo: “Dios quiere MI santificación.” Y enseguida nos da un consejo de cómo puede cumplirse esto: “Dejaos llenar del Espíritu Santo y reconoced que mis caminos no son vuestros caminos”, según dice en Isaías. Pues el ojo humano limitado no puede percibir el plan más amplio, el contexto más grande, en el cual ocurre lo que a nuestro parecer son desgracias. Sin embargo, para el plan de Dios siempre vale lo siguiente: en realidad, cada acontecimiento sirve siempre para nuestra santificación.

El padre James también tiene muchas misiones entre los musulmanes en el Golfo. Dice que no es muy difícil explicarles por qué Jesús es el único camino al Padre. Cuando ven en qué se diferencia Jesús de sus demás profetas y él les cita sus propias escrituras para hacérselo ver, es decir que Jesús es el Salvador, el único, que ha tomado sobre sí todos nuestros pecados, para que nosotros pudiéramos vivir en verdad y en la libertad de los hijos de Dios, entonces están abiertos al Espíritu Santo y ocurren muchos milagros. 

Cuanto antes se empiece a proclamar que Jesús es nuestro Salvador, mejor. Entonces cuenta la siguiente historia con respecto a su traductor Richie: cuando su hija todavía estaba en el seno materno, Richie le hacía la pregunta "¿Cuál es el nombre del Señor?" y con ella le daba la respuesta. Después, cuando ya había nacido, repetía esto una y otra vez. Ahora tiene dos años y cualquiera le puede preguntar quién es Jesucristo, la respuesta es inmediata: “Jesús es mi Señor y Salvador.”

Pero quien acepta a Jesús no puede rechazar su cuerpo, la Iglesia. Cuenta que un día, un austriaco había ido a verle para pedirle la curación de un cáncer. El padre James admite que siempre se entristece si la gente ve en él una especie de milagrero en vez de un sacerdote.

 Recalca que sólo uno es el médico y sanador, y éste es Jesús. Él (el P. James) sólo indica el camino. Y quien no está dispuesto a cambiar su vida, a arrepentirse de sus pecados, poco puede esperar. 

La verdad es que aquel hombre creía en Dios, pero no quería saber nada de la Iglesia. El padre James indagó un poco más. Cuenta el hombre que hubo un sacerdote que en una ocasión le hizo mucho daño. El padre James se arrodilló ante el hombre y le besó los pies y le pidió perdón por los pecados, pues los pecados de aquél también eran sus pecados y faltas. El hombre se emocionó tanto que se reconcilió llorando con la Iglesia. Sin embargo, no quería volver a entrar en ella, se había salido – por el impuesto a la Iglesia.

El padre James pidió una respuesta adecuada al Espíritu Santo. Preguntó al hombre si era austriaco. Dijo que sí, ya sus antepasados habían sido austriacos. ¿Que si le gustaba ser austriaco? ¡Claro que sí! Entonces sentía mucho tener que decirle que tenía que abandonar Austria. El hombre se defendió indignado. ¿Por qué?

Bueno, explicó el padre James, él pagaba impuestos al Estado, prácticamente por cada trago de agua en los servicios oficiales, y si no quería hacer esto, si no quería mantener a los funcionarios, entonces tenía que abandonar Austria.

El hombre estaba consternado. De esta forma nunca lo había visto. Después de un año, los dos se volvieron a encontrar. El hombre había cambiado por completo, había ido a confesar, volvió a entrar en la Iglesia y, no en último lugar, desde entonces está curado de su cáncer. 

Después de la Santa Misa hubo interminables anuncios de sanaciones espontáneas de tipo interior y físicas. Las bendiciones y gracias de las que habló el padre James se realizaron en adoración ante el Santísimo.

Primero veía ante sus ojos espirituales las dolencias de muchos que habían venido. Puntualmente uno podía tener la impresión de que toda la Iglesia estaba enferma. Pero después anunció curaciones: tres personas en los ojos, ocho personas en los oídos, 32 de dolencias físicas, cinco personas de sida y muchos más de los que se pueden enumerar aquí.

Y fue más concreto todavía, dijo nombres con cada curación: Jossip, Ingeborg, Gudrun, Ivan, Ernst, Claudia, Marie-Therese, Marisa, Rucha, sólo son algunos de ellos. Un “gracias, Jesús” profundamente sentido resonó en los parroquianos todavía en su camino a casa … 


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