MENSAJE de Pascua Música

“SOIS UN PUEBLO RESUCITADO”

Así dice el Señor, Nuestro Dios: “Mijos mío, Jesucristo, mi hijo bienamado, vuestro salvador y Señor derrotó al pecado, a Satanás y al mundo y ha resucitado triunfalmente de entre los muertos. Dado que ha resucitado mediante el poder del Espíritu Santo, vosotros que creéis en El y estáis bautizados en el Espíritu Santo estáis ya resucitados con El aunque viváis en la tierra. ”Sois un pueblo resucitado que pertenece a Jesucristo y a Su reino y vuestra ciudadanía está con El en cielo. Aunque tenéis una vida temporal y transitoria en la tierra, tenéis el sello y mediante el Espíritu Santo habéis tomado posesión de la vida eterna.

Así como en el cielo todos los ángeles y santos se regocijan hoy alrededor de Jesucristo para celebrar la fiesta de Pascua, así todos los que Le siguen de forma auténtica e incondicionalmente tienen el derecho a unirse a la alegría celestial ya que ellos han resucitado también con Él. Por tanto, ya no sois más extranjeros y jornaleros, sino conciudadanos junto con los santos y los miembros de la casa de Dios, construida bajo los cimientos de los apóstoles y de los profetas con el mismo Cristo Jesús como piedra angular. Por tanto hijos míos, alegraos siempre en el Señor, regocijaros de que Jesús haya resucitado y al mismo tiempo El está con vosotros a través de Su Espíritu para perdonar vuestros pecados, para consolaros y para sanaros de vuestros sufrimientos y enfermedades y sobretodo para fortalecer vuestro espíritu.

Para que podáis experimentar la fuerza de Su resurrección en vuestra vida diaria, debéis crucificar constantemente junto con El a vuestro hombre viejo de pecado. Siempre debéis saber que vuestra vocación es ser santo como El todas las circunstancias de vuestra vida y ser como El cada día como uno de Sus testigos vivientes. A través de vuestra experiencia en el Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo resucitado, mediante vuestras oraciones, vida sacramental y penitencia en la iglesia, Su cuerpo, venceréis al pecado, a Satanás y al mundo entero. Hijos míos, os quiero victoriosos en esta tierra, no deberías nunca doblegar vuestro cuello ante el enemigo, al contrario debéis permanecer erguidos como mis queridos hijos, hermanos y hermanas de mi hijo Jesucristo y como sacerdotes regios propios de Dios elegidos por El. Debéis tener siempre en mente vuestra dignidad de cristianos. Estáis portando dentro de vosotros  a la Santísima Trinidad y sois un templo sagrado. Por tanto, adorad a la Trinidad en vosotros haciendo de vuestro corazón Su trono desde donde vendrán todas las bendiciones sobre vosotros y para todo lo que hagáis. Vuestra adoración auténtica es la ofrenda de vuestro cuerpo y de todas sus partes como sacrificio vivo santo y agradable a Dios.

No os conforméis con las normas y los valores de este mundo que está bajo el poder de el maligno sino que transformaos en piadosos siguiendo los valores de vida espirituales y morales que os han sido dados por la Biblia y por la iglesia. Lo que los ojos nunca han visto, los oídos nunca han escuchado, o lo que los corazones nunca han entendido será vuestra esperanza y experiencia de lo que os espera cuando os encontréis con la Trinidad cara a cara después de esta vida mundana. Mientras que vivíais aquí en la tierra, debéis saber la diferencia entre la luz y la oscuridad, entre lo espiritual y lo carnal, entre lo visible y lo invisible, entre lo mundano y lo celestial y entre lo temporal y lo eterno. ¡No hagáis ninguna concesión mis queridos hijos! ¡De qué os serviría el elegir todo lo que es carnal, temporal y mundano si perdéis vuestra eternidad! No debéis ser insensatos con la sabiduría de este mundo, sino que debéis ser sabios con la sabiduría de Dios porque todos los que vivan según la sabiduría de este mundo perecerán.

Hijos míos, ya estáis llevando en vosotros la muerte y la resurrección de Cristo, vuestro Señor, vuestro Señor, mediante vuestro bautismo. Hoy os doy mi paz y alegría que nadie en el mundo os puede quitar. No necesitáis no tener miedo de los que pueden matar vuestro cuerpo sino que con seguridad debéis tener miedo de los que puedan hacer perecer vuestra alma y vuestro cuerpo en el infierno. Todas vuestras tribulaciones, aflicciones, sufrimientos, persecuciones y cruces por motivo de Cristo y de Su Reino fortalecerán vuestra alma y vuestro yo interior haciéndoos angélicos y santos equipándoos para amar y servir al Señor más y más. De nuevo digo, hijos míos, regocijaros en el Señor que mora en vosotros y os redime”.

Leed: 

Mt 10: 28; 25: 31; 28: 1-10 
Mc 16: 1-13 
Lc 9: 24-25; 24: 1-12 
Jn 8: 12; 14: 27; 21: 29 
Hech 2: 30-36; 3: 13-15; 4: 9-12; 5: 30-31
Rom  6: 4-11; 12: 1-2; 13: 11-14 
I Cor 1: 18-25, 30; 2: 9; 15: 25
II Cor 1: 22; 3: 16-18; 4: 16-18; 5: 1-5
Gal 5: 16-26 
Ef 1: 13; 2: 19-22; 4: 30
Fil 3: 18-20; 4: 4
Col 1: 21-23; 2: 10-15; 3: 1-5
I Ped 2: 9; 3: 13-17; 4: 12-15
I Jn 1: 5-10; 2: 15-17; 5: 19
Ap 5: 6-14 
 


Ir para a página anterior